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miércoles, 26 de mayo de 2010

Martín Bonfil Olivera: Periodismo sin ciencia

Los sospechosos habituales recordarán que hace poco comentamos en este humilde blog perdido en el ciberespacio sobre la disparatada ocurrencia del Ejército mexicano de usar sus inútiles varitas de zahorí —mejor conocidas como detectores moleculares GT200— para buscar algo en el rancho del desaparecido Diego Fernández de Ceballos.

La cobertura de prensa en este caso, como ya es costumbre, fue, con la excepción —apenas— de la nota de Proceso, tan acrítica como siempre. Nada de que sorprenderse, pero no por ello dejó de ser... para darse de topes.

Hoy veo que no fui el único al que le causaron agruras el trabajo de estos loros amaestrados profesionales del periodismo. A Martín Bonfil Olivera también, no sólo como para dejar un comentario en la nota de Milenio sino para dedicarle una tercera entrega de su columna al fraude del GT200, misma que, como es usual, también publica en su blog en una versión algo más ampliada.

Para el registro, ponemos aquí la que apareció en Milenio:



Periodismo sin ciencia
La ciencia por gusto
Martín Bonfil
Olivera
2010-05-26•Tendencias

Se queja amargamente el polémico Carlos Mota en MILENIO, el jueves, de “el pobrísimo tratamiento periodístico que se ha dado a la compra que ha hecho Manuel Saba de Farmacias Ahumada”. Pues bien: yo también me quejo del pobre manejo periodístico, pero por otro tema.

Y es que ese mismo día, como otros medios, MILENIO dio a conocer que soldados de la Sedena “peinaban” el rancho de Diego Fernández de Cevallos con un “detector molecular”: “Los militares pertenecientes a la 17 Zona Militar recibieron la orden de hacer uso del detector molecular GT200 con el fin de rastrear cualquier pista que lleve a la ubicación del ex candidato presidencial panista”.

¿Por qué la Sedena, al mismo tiempo que establece estrategias útiles para combatir el narcotráfico (como utilizar imágenes satelitales para detectar y combatir el cultivo de amapola y mariguana”, MILENIO, 23 de mayo), insiste en usar un aparato inútil y fraudulento?

Repito la evidencia: 1) los principios físicos en los que se basa supuestamente el GT200 son imposibles; 2) en pruebas controladas, falla estrepitosamente; 3) fracasó en detectar explosivos en Tailandia y otros sitios, causando la muerte de policías; 4) está hueco: no tiene algún componente que explique su supuesto funcionamiento; 5) está demostrado que el movimiento de la antena es sólo producto del “efecto ideomotor”: nuestras expectativas causan movimientos involuntarios de la muñeca; 6) en marzo el gobierno británico específicamente previno al mexicano acerca de su nula confiabilidad.

No me extraña de la Sedena, ya que en marzo de 2004, ante unos videos de aparentes ovnis recurrió al “experto” Jaime Maussán. Es ignorancia: los militares simplemente no tienen el conocimiento para distinguir fraudes de tecnología confiable.

Pero, ¿y los periodistas?
Fuera de Proceso, que al mencionar al GT200 (19 de mayo) al menos incluyó la frase “aunque su eficacia ha sido fuertemente cuestionada”, ningún otro medio, ni siquiera MILENIO, mencionó ni tangencialmente que se trata de un fraude.

Cito de nuevo a Carlos Mota (en paréntesis, añadido mis comentarios): “¿Tiene remedio este periodismo (que carece de cultura científica)? ¿Cuándo? ¿En cuántas generaciones?”.

lacienciaporgusto.blogspot.com

mbonfil@unam.mx




No sé usted, pero como están las cosas, me temo que el periodismo acrítico, éste que se traga y reproduce sin chistar los dislates más absurdos del primer magufo que se les pone enfrente, no está en peligro de desaparecer. Antes al contrario: Es una plaga.

Y no sólo en México.

A.T.

1 comentario:

Nostromo dijo...

Pues la familia de Diego Fernández de Cevallos pidió a la PGR retirarse del caso. Pues cláro, si lo van a buscar con el GT200 mejor que no lo busquen. ¿En serio a la SEDENA no se le ha ocurrido abrir uno de estas cajas de plástico? ¿Tienen miedo de que se le vaya a cancelar la garantía si lo abren? No es de sorprender que el crimen organizado tenga libertad para hacer lo que sea.