El primer reportaje es interesante porque —al fin— se filtran los resultados de las pruebas que hicieran en octubre de 2011 Luis Mochán y Alejandro Ramírez. Recordemos que si bien la Secreataría de la Defensa Nacional siempre se escudó en que el contrato con Segtec S.A. de C.V., los distribuidores mexicanos de estas varitas de zahorí, les prohibía hacer cualquier tipo de prueba —ahora sabemos que el contrato original no dice eso—, no tuvieron más remedio que obedecer un mandato judicial y enviar a dos capacitadísimos operarios junto con sus maravillosos equipos de alta tecnología para... fallar estrepitosamente.
Para variar.
En el segundo se hace público —al fin— el arresto de Gary Bolton bajo cargos de fraude en julio de 2012. Lo que hay que resaltar aquí son las respuestas de Hugo Fernández Solar, director de Segtec para tratar de lavarse las manos, y sobre todo quiero hacer notar su cinismo al llamarnos a los críticos de sus varitas mágicas "gente sin escrúpulos". También me llamó la atención enterarme que, contrario a lo que me respondieron a través de Infomex, la Procuraduría General de la República compró los primeros GT200 en 2004 y no en 2007. De ser cierto esto y no tengo por qué dudar de esta información, como dice Laura, la PGR se convierte así en la primera institución mexicana en ser víctima de estos estafadores, desbancando pues a la Secretaría de Marina Armada de México.
Y luego me pregunto por qué la PGR sigue considerando esta información como "reservada por doce años"...
A.T.
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P.D. Por cierto, hoy justamente empezó el juicio contra Simon Sherrad, Joan Tree y Samuel Tree, los fabricantes del Alpha 6, otras de esas varitas mágicas, que, mire usted, también se vendían en México.
Peritaje da revés a detector de droga
El primer peritaje de campo realizado al detector molecular GT-200, utilizado por el Ejército para localizar armas, droga y explosivos, dio como resultado que el dispositivo es un "fraude total"
Lunes 08 de octubre de 2012
Laura Castellanos / El Universal
Como parte de un juicio contra la dueña de un restaurante acusada de narcomenudista en Cuernavaca, el físico molecular Alejandro Ramírez, de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, fue el perito convocado para probar la fiabilidad del GT200 como evidencia para encontrar sustancias prohibidas.
La prueba se realizó en la Academia Mexicana de Ciencias en la ciudad de México el 21 de octubre de 2011. Ramírez y el físico Luis Mochán de la Universidad Nacional Autónoma de México hicieron el protocolo y coordinaron su ejecución. En ella también participaron militares.
El dictamen sobre el aparato fabricado por la inglesa Global Technical, que supuestamente detecta moléculas de sustancias prohibidas, considera que el dispositivo es “un fraude total”.
De acuerdo con documentos a los que tuvo acceso EL UNIVERSAL, se hicieron dos pruebas. En la primera, se escondieron las sustancias a la vista de todos los participantes. En cuatro ocasiones el operador del GT200 siempre encontró las sustancias.
En el segundo caso el operador no presenció el ocultamiento. La prueba se repitió 20 veces. Sólo en tres tuvo éxito. En el Análisis Estadístico de la Eficacia del GT200, Ramírez y Mochán concluyen que “la probabilidad de haber tenido únicamente tres éxitos en 20 búsquedas es despreciable”.
El inglés Gary Bolton, dueño de Global Technical, enfrenta actualmente en su país un juicio por vender equipo fraudulento a gobiernos del mundo.
La noche del 9 de marzo de 2011 doña Juanita Velázquez pintaba su fonda en la zona industrial de Jiutepec, Morelos, cuando una decena de militares ingresaron e hicieron un cateo sin orden judicial. Nada encontraron. Salieron y detuvieron a una persona en un local cercano. Después regresaron a catear la fonda otra vez y extendieron su revisión al tejabán del patio.
De manera azarosa los soldados dieron con el veliz que una muchacha que trabajó en el negocio fortuitamente dejó encargado porque salía de viaje. No regresó. Cuando ellos lo abrieron, para sorpresa de la señora, encontraron una bolsa con pastillas que resultaron ser anfetaminas.
A ella se la llevaron detenida, pero es inocente. Esa es su versión. “No he mentido en nada”, dice la mujer desde el Centro de Reinserción Social (Cereso) de Atlacholoaya, Morelos.
La versión del teniente René Espinoza y el cabo Israel Montoya, según la averiguación AP/PGR/MOR/CV /COE/ 045/ 2011, es que encontraron la droga no de forma circunstancial sino gracias al detector molecular GT200, conocido en el Ejército como la ouija del diablo, pues al pasar frente a la fonda “dio positivo en la detección de anfetaminas”.
El caso está en la fase final de desahogo de pruebas en el Juzgado del Cuarto Distrito en Cuernavaca, pero la mención del GT200 por parte de los militares posibilitó un hecho inédito y de relevancia nacional: al aparato antes cuestionado por científicos se le sometió a su primer peritaje de campo en México con la participación de éstos y de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
El físico molecular Alejandro Ramírez de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) fue el perito convocado en el juicio para probar la fiabilidad del GT200 como evidencia para encontrar sustancias prohibidas.
Su dictamen del aparato fabricado por la empresa inglesa Global Technical LTD, que supuestamente detecta moléculas de sustancias prohibidas, hasta hoy se hace público: “Es un fraude total”.
Valoración La prueba al GT200 se realizó en la Academia Mexicana de Ciencias en la capital del país el 21 de octubre de 2011. Alejandro Ramírez y el físico Luis Mochán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) hicieron el protocolo y coordinaron su ejecución.
Mochán dice que el equipo se sometió a una prueba “doble ciego”, en la que el operador que lo usa no sabe de antemano dónde está escondida la sustancia.
El integrante de la Academia de Investigación Científica explica la naturaleza del experimento: “Si esto es un detector de sustancias, pues tráeme una sustancia de esas que dices que detecta, la escondemos y a ver si la encuentras”.
Si bien los científicos se negaron a difundir detalles del protocolo del peritaje y de sus resultados antes de que se dictaminara el juicio, EL UNIVERSAL tuvo acceso a dichos documentos.
El aparato, que consiste en un mango de plástico sin circuitos ni baterías, con una antena montada en un pivote, lo manipularon únicamente dos operadores militares que se turnaron en su uso.
Dos tenientes coroneles y dos policías ministeriales custodiaron el material a localizar: mil 630 cápsulas de Itrabil con Clobenzorex, 33 cápsulas de Obeeclox con Clobenzorex, 3 cartuchos calibre 9x9 mm y un cartucho calibre 0.380.
Se hicieron dos equipos conformados por un investigador y un operador militar. Uno de estos verificó el ocultamiento de los materiales dentro de alguna de las ocho cajas de cartón iguales y cerradas. El operador del otro equipo las buscaba.
Dos cámaras fijas y una cámara móvil filmaron todo el proceso.
Como “echar volados”
En la primera prueba se escondieron las sustancias a la vista de todos los participantes, incluso de los operadores. En cuatro, de cuatro búsquedas, el operador las encontró.
En el segundo experimento el operador no presenció el proceso de ocultamiento. La prueba se repitió 20 veces. Sólo en tres ocasiones el militar tuvo éxito. En el Análisis Estadístico de la Eficacia del GT200, Ramírez y Mochán concluyen que “la probabilidad de haber tenido únicamente tres éxitos en 20 búsquedas es despreciable”.
Precisan: “El GT200 señala la ubicación correcta de la muestra cuando el operador sabe dónde se halla escondida; cuando no lo sabe, no funciona en absoluto y sus resultados son consistentes con el azar”. En otras palabras, aseguran que la detección estadística del GT200 es similar a la que se hubiera obtenido “echando volados” para elegir la caja con la muestra a buscar.
Para Ramírez, “el resultado dio lo que esperábamos, un palo sin ninguna tecnología adentro no es posible que detecte nada”. La antena del aparato señala a algún punto de forma horizontal por la fuerza de gravedad producto de movimientos imperceptibles de la mano.
Mochán destacó la importancia del peritaje porque “la Academia Mexicana de Ciencias ofreció diseñar un protocolo para que el Ejército mismo los pusiera a prueba y éste lo rechazó porque el contrato de compraventa con la empresa les prohibía hacer pruebas”.
Los científicos consideran que el fraude está tan bien armado por parte de la empresa, que no sólo prohíbe que al equipo se le hagan pruebas científicas, sino que culpa a los operadores de los errores de detección.
Al final de la prueba un militar custodio le comentó a Ramírez: “Nos están mandando como carne de cañón, esto es una burla”. Pero uno de los operadores se ciñó al manual del GT200, y convencido de su uso, se responsabilizó de los resultados fallidos porque tomó café en la mañana, lo que, según él, pudo alterar el campo energético de lectura del equipo.
El manual del detector asegura que este no funciona por una variedad de razones absurdas que enlista Mochán: si el operador está “nervioso, agitado, cansado, tomando medicamentos” o cualquier tipo de “sustancia” como el café. También los operadores argumentaron que su fracaso se debió a que quizá hubo televisiones o celulares encendidos en las casas vecinas, lo que interfirió en el funcionamiento del equipo.
Libertad esperada Es un sábado radiante y doña Juanita Velázquez está sentada a la mesa del área del comedor para visitas en el Cereso. Es blanca, de talla menuda y cara redonda. Una leve cicatriz arriba de su labio superior prueba la operación quirúrgica que sufrió en la pubertad por nacer con labio leporino.
Viste una blusa y un pantalón amarillos, el color de las internas aún no sentenciadas. La visitan sus dos hijas y sus dos nietas. El lugar está lleno de familias. Entre las mesas deambulan muchachas muy jóvenes, guapas y arregladas, algunas sentenciadas a más de 40 años por delitos a la salud.
La señora lleva año y medio en reclusión y su expresión es grave, de angustia. Le pregunto sobre el uso del GT200 en los cateos a su fonda: “En ningún momento vi ningún aparato”, responde. También rechaza ser narcomenudista: “Si yo anduviera en esas cosas, ¿yo hubiera debido siete mil pesos de renta y mil quinientos pesos de agua ¡Claro que no! ¡Aún los debo!”.
Su abogado Juan Gabriel Vargas definió la estrategia de su defensa en dos vías. La primera, basada en la versión ministerial de los militares que afirmaron usar el GT200 en los cateos.
Vargas solicitó a la jueza Griselda Sáenz Horta aceptar como evidencia un peritaje científico que probara que el aparato no funciona. La jueza lo aceptó y requirió al Ejército su participación. El abogado dice que la jueza debió hacer ese requerimiento a la Sedena en cinco ocasiones hasta que finalmente la institución lo aceptó.
La segunda vía tiene que ver con las pastillas del veliz. Vargas dice que el ministerio público es el que debe acreditar “si realmente la señora las tenía ahí, si realmente le pertenecían a ella o a un tercero y si realmente eran para la venta”.
Vargas considera que “no se podrá acreditar que mi clienta era narcomenudista. Confío en su inocencia y liberación”. La jueza dice, por su parte, que el caso está “en desahogo de pruebas y aún no hay fecha para su dictaminación”. No se pronunció sobre el análisis al GT200.
Por lo pronto, la hija mayor de la señora, de nombre Denise, describe el drama familiar: ella está embarazada. Su marido de oficio mecánico y sus dos niñas, una con atrofia cerebral, se mudaron de Aguascalientes a Morelos para estar cerca de su madre y de la hermana con deficiencia mental.
Dice que los gastos del proceso judicial los endeudaron hasta el cielo. Además le preocupa la depresión de su madre: “A veces de a tiro se le ve muy mal, que no quiere comer, y a veces se le ve estable con la idea de que va a salir”. Afirma: “Y va a salir”. De la ouija del diablo, ni ella ni su mamá habían escuchado.
El reportaje se complementa con este video.
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Enjuician al creador de la ‘ouija del diablo’
Al empresario se le acusa de fabricar y vender un equipo fraudulento a gobiernos del mundo. En México, éste se usa en operativos para detectar droga y explosivos
Miércoles 10 de octubre de 2012
Laura Castellanos / El Universal
El empresario inglés Gary Bolton, dueño de Global Technical LTD, fabricante del detector molecular GT-200 usado en México en operativos de seguridad para localizar droga y explosivos —conocido como la ouija del diablo—, enfrenta un juicio penal por fraude en su país por manufacturar ahí su equipo y venderlo en el mundo.
El hombre de 46 años, de apariencia atractiva y refinada —radicado en el condado adinerado de Kent— compareció en libertad condicional el pasado 12 de septiembre, y el 18 de octubre deberá asistir a su siguiente audiencia judicial.
La policía londinense detuvo a Bolton y a cinco ex socios el 11 de julio pasado, entre ellos a James McCormick, poseedor de la empresa ATSC, que elabora el aparato ADE651 utilizado en Irak y Afganistán, en donde operadores del mismo han muerto al detonarles explosivos que no detectaron.
El departamento policíaco informó que las seis consignaciones fueron posibles gracias a una larga investigación relacionada con la fabricación, promoción y venta “de una variedad de equipos detectores de sustancias realizadas en jurisdicciones extranjeras del 15 de enero de 2007 al 12 de julio de 2012”.
La agencia especializada en noticias de la Corte y de los tribunales en Inglaterra, Court News UK, informó en exclusiva a “El Universal” que el fiscal David Levy externó a los acusados en la audiencia del 12 de septiembre:
“Esos equipos han provocado la pérdida de vidas humanas”.
Por igual, el fiscal Peter Burt dijo en la primera audiencia del 18 de julio:
“La gente ha sido embaucada con la creencia de que el equipo funciona; éste se vende alrededor del mundo y ellos lo han vendido a ejércitos de otros países”.
El único distribuidor del GT-200 en México, dueño de la empresa Seguridad e Inteligencia con Tecnología de Vanguardia (Segtec), dio una entrevista a condición de ocultar su identidad.
Negó que Bolton estuviera en libertad condicional y comentó que sólo se le investiga por el vínculo que tuvo con James McCormick.
Sobre Bolton dijo: “El señor está perfectamente bien, sin ningún problema”.
Desde 2004, el ejecutivo ha vendido mil 100 GT-200 a entidades federales y a 25 gobiernos estatales. El precio actual de dicho aparato es de 450 mil pesos por pieza.
Su principal cliente es la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena); también están la Secretaría de Marina (Semar), la Procuraduría General de la República (PGR), Petróleos Mexicanos (Pemex) y los gobiernos de Sinaloa, Guanajuato, Chihuahua, Michoacán, Estado de México y del Distrito Federal.
De campos de golf a zonas de guerra
Court News UK asegura que ambos empresarios y los otros consignados: Simon Sherrad y Joan y Sam Tree, quienes idearon el equipo Alpha 6, así como Anthony Williamson, creador del XK9, salieron libres bajo fianza, deben vivir y dormir en sus domicilios y se les confiscaron sus pasaportes para enfrentar el proceso en su contra.
Burt explicó durante su intervención que se les detuvo como parte de una misma investigación, aunque los juicios son independientes, porque todos fueron socios de un proyecto que abortó y luego cada uno creó su propia empresa timadora de
detectores.
“Hay una muy seria implicación por parte de estos equipos”, agregó, “porque la gente cree genuinamente que pueden trabajar, y con tal convicción obtienen una seguridad falsa”.
Apuntó: “Cuando abrimos el equipo, no tiene batería y está vacío, es una caja de plástico con una antena”.
El fiscal precisó que el antecedente de esos aparatos se fabricó en Estados Unidos en los años 90, bajo el engaño de localizar pelotas de golf en los campos de juego, lo cual mereció un juicio en una corte civil en 1997.
Burt se refiere al equipo Quadro Tracker: un mango de plástico hueco, con una antena montada en un pivote que puede girar 360 grados horizontalmente, y que señala hacia algún punto gracias a la fuerza de gravedad que provocan movimientos imperceptibles de la mano que lo sostiene.
Tras el escándalo judicial en Estados Unidos, explicó Burt, “un caballero americano vino a Reino Unido y arrancó un nuevo negocio, y ese aparato se convirtió en equipo detector”.
Halla marfil y cadáveres
Court News UK asegura que tan sólo en 2011 Bolton obtuvo ganancias por un millón de libras esterlinas al vender 2 mil pistolas moleculares en el mundo.
Al GT-200 lo acompaña una veintena de tarjetas tipo Ladatel que se introducen en el mango de plástico hueco para localizar, de acuerdo con su ficha documental, en un lapso de cuatro segundos y en un radio general de 300 metros cuadrados, sustancias prohibidas a nivel molecular como cocaína, heroína, opio, anfetaminas, explosivos y armas de fuego.
Según la ficha técnica actualizada, las búsquedas por tierra de un objetivo específico alcanzan hasta 700 metros de distancia; en el mar, 850 metros; desde el aire, 4 mil metros de altura, y 60 metros de profundidad en el subsuelo.
Un manual del equipo afirma que localiza minas ocultas en tierra o mar, “seres humanos vivos y seres humanos muertos de hasta dos y tres semanas”, además de “dinero, veneno, marfil”.
McCormick añadió además una tarjeta para buscar diamantes. Ha acumulado 50 millones de libras esterlinas al vender 6 mil 500 equipos a un precio unitario de entre 20 mil y 800 mil pesos.
De esta forma engañó lo mismo a fuerzas de seguridad de Irak y Afganistán, que a clientes de Arabia Saudita, Bélgica, Kenia, Rumania… y al gobierno del estado de Colima.
En septiembre de 2009, el entonces gobernador Jesús Silverio Cavazos presumió en conferencia de prensa que su administración adquirió un ADE651 por 800 mil pesos.
El físico Luis Mochán, investigador de la Academia Mexicana de Ciencias y uno de los principales detractores en México de dichos detectores, se congratuló de la consignación del grupo.
“Sé que en Tailandia ya habían llegado a la conclusión de que ese aparato no servía porque hicieron sus propios peritajes científicos”, explica, “pero lo nuevo ahí es que se investiga a los compradores”.
Narcofosas y mochilas
El dueño de Segtec, desde sus oficinas en la capital mexicana, niega que el GT-200 sea un fraude: “Estoy seguro de que el equipo funciona”.
Destaca su uso diverso: en operativos de combate al narcotráfico, la localización de cadáveres en narcofosas de Tamaulipas, o en escuelas para detectar armas en mochilas de los estudiantes.
El distribuidor del GT-200 no vende su equipo a la iniciativa privada, sólo a entidades gubernamentales.
La primera que lo adquirió fue la PGR, en 2004, seguida por Pemex, en 2005; y después la Sedena, que en 2007, 2008 y 2010 hizo compras masivas hasta tener bajo funcionamiento 742 equipos.
“Y no tengo quejas de ningún cliente”, asegura el empresario.
Como prueba, muestra carpetas con boletines oficiales que dan cuenta de operativos de “barridos” con el aparato en comunidades de Michoacán y Chihuahua, entre otras entidades, en los que se informa sobre decomisos de droga, armas y de aprehensión de personas.
Llama la atención el boletín fechado por la PGR el 16 de abril de 2008. Informa del arraigamiento —por 90 días— del piloto Arévalo Kessler “por su probable responsabilidad en los delitos de delincuencia organizada, contra la salud y operaciones con recursos de procedencia ilícita”.
El comunicado detalla la única evidencia en su contra: “Arévalo Kessler es el piloto que tripuló la aeronave Grumman Gil, con matrícula KB-KIV, de Ecuador a Toluca, en octubre del año pasado, misma que al ser sometida a revisión mediante el escáner GT-200 resultó positiva para la identificación de cocaína”.
En ninguna línea se notifica el descubrimiento de droga en la aeronave.
El empresario niega que el GT-200 sirva para detectar moléculas de droga en las personas, como sus operadores en México lo creen: “Es un equipo para detección a distancia”.
Se le cuestiona entonces sobre el número indeterminado de personas inocentes que han sido detenidas en México en retenes policiaco-militares por lecturas de dicho aparato.
Tal fue el caso de Isaías Cayetano, aprehendido en un retén militar en Veracruz porque el GT-200 lo señaló entre una fila de pasajeros a los que se hizo descender de un camión (eluniversal.com.mx/notas/799848.html).
Un perro de búsqueda encontró droga oculta en un asiento del autobús. El empresario piensa que la droga la halló el GT-200: “El equipo funcionó, que éste se haya utilizado como una prueba [en contra de Isaías Cayetano], es algo que yo no puedo controlar”.
El distribuidor del GT-200 confía en que Bolton salga bien librado de la investigación en su contra y que cesen finalmente los ataques.
“¿Por qué empezó esta polémica? Yo no entiendo, es de gente sin escrúpulos”, se queja.
Le solicito que me permita conocer un GT-200, pero dice que no lo tiene en sus oficinas.
— ¿El aparato sí está hueco por dentro? —le pregunto.
— No sé, yo nunca he abierto uno, ni me interesa abrirlo. Como le repito, yo soy un simple vendedor, eso es lo que soy.
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