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lunes, 30 de enero de 2012

El GT200 en El Periódico, de Cataluña

El viernes, San Google me avisó que en El Periódico de Cataluña se había publicado un reportaje sobre los fraudulentos detectores moleculares GT200 y ADE651, sin duda como consecuencia del publicado por Proceso hace unos días. Lo malo del asunto es que sólo se podía acceder a un pequeño fragmento, a pesar de lo cual compartí la noticia por Twitter.

Ayer San Google me volvió a mandar otro enlace, y aunque escéptico, lo pinché, esperando encontrarme de nuevo con el mismo fragmento. No fue así: ya se puede leer la nota completa, que copio a continuación para sus archivos.

  A.T.
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Un detector de chiste


Un defectuoso aparato usado en México para hallar cocaína o explosivos se une a la lista de fracasos en la lucha contra el narcotráfico
El Gobierno se gastó 20 millones de euros
Sábado, 28 de enero del 2012

TONI CANO
MÉXICO

Un retén militar. Los soldados alinean a los pasajeros fuera del autobús. Un oficial empuña un aparato con una pequeña antena. Se para frente a un indígena alto. El hombre solo acierta a murmurar «pues si yo ni fumo» mientras se lo llevan a empellones. El militar mira sonriente el artilugio y al resto del pasaje: «No falla. Lo llamamos la güija del diablo». Nadie chista, varios se muerden la lengua. Solo los científicos denuncian la inutilidad y el peligro de esos fraudulentos, vacíos trastos de plástico convertidos en oráculo diabólico.

Más de 900 de los militares y policías desplegados en México para luchar contra el narcotráfico usan los detectores moleculares británicos ADE651 y GT200. Costaron más de 20 millones de euros. En teoría, pueden detectan motas de polvo de cocaína, explosivos, armas, dinero, incluso muertos y huesos de la narcoguerra. Pero esos aparatos a los que el Gobierno atribuye innumerables decomisos y con los que justifica centenares de cateos han provocado muchos equívocos, el más ligero de los cuales fue confundir con cocaína una carga de queso añejo.

«Esos detectores no son detectores de nada», asegura el físico Luis Mochán. El investigador, que asesora como perito a la defensa de distintos acusados de portar drogas o municiones, explica a EL PERIÓDICO: «No es más que un pedazo de plástico con una varita extremadamente sensible al movimiento de la mano», dice. «Apunta hacia donde el operador quiere que apunte. Está vacío y, en la parte de abajo, tiene una caja en la que se pueden meter varias tarjetas a la vez. Y hay cientos de tarjetas para detectar distintas sustancias».

La empresa fabricante -Global Technical, investigada ya por fraude en Gran Bretaña- afirma: «Un solo equipo detecta hasta 300 tipos diferentes de sustancias». Más aún: hasta un nanogramo -una millonésima de miligramo- de esas sustancias. La distribuidora en América Latina, Segtec, asegura: «Su eficacia ha sido corroborada por rigurosos controles y pruebas en México y el mundo. Actualmente, están en uso exitosamente más de 7.000 unidades en más de 25 países».

Generaciones de vida

Pero, como otros científicos, Luis Mochán recuerda: «Estos aparatos existen desde mitad de los años 90, han tenido ya 10 generaciones y no han pasado ninguna de las pruebas científicas, llamadas doble ciego, a las que han sido sometidas». Señala que «la ficha técnica es un puro galimatías, con palabras científicas fuera de contexto y sin significado alguno». Asimismo, «el instructivo advierte de que el aparato es muy sensible y su lectura puede verse afectada si alguien toma café o medicamentos, o si el operador está agitado; cualquier cosa puede servir de pretexto si no funciona».

En este «país sin cultura científica», dice Mochán, «miles de boletines de prensa repiten acríticamente las maravillas del aparato y los éxitos que ha logrado, sin decir que esos éxitos son en los lugares que saben de antemano que van a encontrar cierta sustancia». El físico hace hincapié en que «lo aleatorio de la señal vuelve a estos aparatos muy peligrosos». Y precisa: «Creen que funciona y cuando apunta, por ejemplo, a una vivienda puede fastidiar la vida de los que viven dentro».

En poco más de tres años, la Comisión Nacional de Derechos Humanos recibió 3.200 quejas por cateos ilegales tras patada en la puerta marcada por la güija del diablo; el pasado octubre, recomendó sin éxito «evitar el uso de este instrumento, más fraudulento que fiable». Ya en abril, la Academia Mexicana de la Ciencia pidió al Ministerio de Defensa someter a los detectores a una prueba doble ciego. Tres meses después, un general del Estado Mayor respondió: «No es posible acceder a su solicitud debido a las obligaciones jurídicas del contrato de adquisición con la empresa, que prohíbe cualquier tipo de pruebas».

La comisión de Ciencias del Senado invitó al físico Luis Mochán y este mes tratará de que el Parlamento solicite también la prueba científica del detector molecular. Pero ya la comisión de Defensa de la Cámara de Diputados invitó al ministro de Defensa, y los diputados salieron convencidos de que funcionaba bien. «Las fallas no son del aparato, sino de quienes lo usan», dijo el presidente de esa comisión.

La cordura empezó a imponerse en Veracruz. En base a la investigación de Mochán, una joven juez, Karla Macías, absolvió en octubre del 2011 al indígena Ernesto Cayetano, detenido hace un año en un retén cuando la varita mágica lo marcó como portador de «restos de marihuana». La juez señala en su sentencia: «No existe prueba alguna que permita afirmar que el aparato conocido como detector molecular GT200 es una prueba científica válida para ser considerada como prueba de cargo».

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